“Pastabase y Televisión” de Armando Carreño, nos muestra un mundo de contrastes, un mundo fragmentado en que la realidad se contradice con la esperanza. Un mundo en que los medios prometen una vida inalcanzable e imposible, construida en base a prototipos y sobre el ineludible sacrificio de los recursos humanos que la posibilitan. Es en esta realidad en que deambula el personaje de esta novela; un escritor en el margen del margen, en la constante posibilidad de hacer, de escribir, de lograr algo que importe para un mundo que no le considera. Un mundo en que uno a uno van muriendo sus cercanos, unos por intentarlo y otros por creer que es posible.
Prende la TV, y el sujeto en la pantalla dice que será un buen día, que será una buena vida, pero no, la realidad es otra. El sueño de surgir no está lleno de las posibilidades que nos prometen, es más bien un qué haremos hoy que un certero plan a largo plazo. La realidad no tiene el aroma del éxito que nos han vendido en cuotas, se asemeja más al aroma que emana de un codo de bronce o pvc, quemando las escasas posibilidades sobre una cama de ceniza. Este es nuestro infierno, pero la esperanza, se mantiene intacta.